LARGA DICTADURA DEL GENERAL FRANCO: Reorganización Social y Económica del Nuevo Régimen (3 de 6)

Texto académico de evaluación continua
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
Ilustrado en este post con viñetas de El Roto.
«La reorganización económica generada por el crecimiento económico de la industrialización (posibilitada por la liberalización y la apertura al exterior) y la subsiguiente emigración, supuso una reorganización social caracterizada por la aparición de unas clases obrera y media secularizadas». 

Como se acaba de analizar, la organización del Nuevo Estado se fundamentó en cuatro grandes factores, la suma de todos los cuales culminó en la institucionalización del Estado: (a) Represión, (b) Regimentación, (c) Recatolización, y (d) Asilamiento del Exterior. La regimentación y el aislamiento del exterior fueron dos factores que incidieron de forma particular en el ámbito económico, mientras que la represión y la recatolización fueron dos factores con importantes repercusiones sociales. Afortunadamente dejamos de ser objeto de estudio de investigaciones antropológicas por parte de otros países [1], y ambas dimensiones, económica y social, sufrieron importantes procesos de reorganización a lo largo de las décadas de los cincuenta y sesenta.

REORGANIZACIÓN ECONÓMICA. A principios de los cincuenta era evidente la necesidad de un cambio de rumbo tanto en la política económica, como en las relaciones con el exterior. Ante una crisis de gobierno, Franco, de nuevo, distribuyó equilibradamente el poder entre militares, Acción Católica y Falange, adornándolo con algún monárquico. Era un «juego pendular» entre católicos y falangistas (Vilar, 1978:239). Este nuevo gobierno, consolidando las relaciones con Estados Unidos y con el Vaticano para abrir el régimen al exterior, persiguió un rápido crecimiento económico apoyado en la industria (también en la agricultura [2]) sobre un ideario económico que, dejando atrás el ideal autárquico y las políticas intervencionistas, hacía primar la ortodoxia en la administración del sector público y la apertura a intercambios internacionales basándose en las ventajas del mercado libre. Como consecuencia, hubo un incremento sostenido de la renta per cápita [3], que alcanzó y superó la de los años treinta [4]. Pero la demanda interna, acuciando un poder adquisitivo trasnochado, tenía un nivel de consumo descompasado. ¿Para qué producir si lo producido no era consumido por falta de poder adquisitivo de la población? Para estimular el nivel de consumo, se incrementaron los salarios, lo cual disparó la inflación. Las presiones inflacionistas llevaron a la economía española al borde del abismo. Los precios suben en la rampa más fuerte de toda la Historia de España, pero los salarios, protegidos por la legislación social, lo hacen en la misma o mayor proporción. Hacia 1959 era preciso emplear 14 pesetas para comprar lo que en 1935 valía una (Comella, 2008:347). Se produce pues, una situación de bancarrota como consecuencia de los fuertes desequilibrios provocados por la coexistencia de la vieja inercia autárquica con las medidas liberalizadoras.

En 1957 se produce una nueva crisis de gobierno que trae al gobierno una nueva élite de poder (procedente del Opus Dei [5]) a los centros de decisión política y económica con el objetivo de acometer una reforma de la Administración que sirva como base a un desarrollo económico. No obstante, este desarrollo económico también precisaba acometer otras medidas de cambio y saneamiento: (a) Ampliación de la libertad de comercio exterior; (b) Nueva Ley de Convenios Colectivos que reestructuró el marco de la negociación salarial; y (c) Integración en los organismos económicos y financieros internacionales (OCDE y FMI). El objetivo era alinear el capitalismo español, corporativista y protegido, con el mundo exterior. Dos años después, el 21 de julio de 1959, se aprobaría el Decreto-ley de Ordenación Económica que, constituyendo un Plan de Estabilización, fue también un Plan de Liberalización que inauguraba un nuevo periodo de crecimiento económico intenso y sostenido. Este crecimiento económico fue de una intensidad y ritmo sin precedentes: entre 1960 y 1974, la industria multiplicó su producto por 3,74 y disfrutó de una tasa de crecimiento del 11,1% anual. De 1964 a 1969, el PIB creció un 35% y la renta per cápita un 28% (Vilar, 1978:246). El sector secundario acabó participando en un 40,8% del PIB. Es el tiempo en el que la minería y la producción de bienes de consumo pierden peso relativo como sectores líderes en favor de las industrias productoras de bienes intermedios y de bienes de inversión. Hasta 1960, el Instituto Nacional de Industria había invertido 42.000 millones de pesetas (de un total de 55.000 millones de pesetas) en las industrias básicas (Vilar, 1978:245). En paralelo, la actividad industrial rompe sus tradicionales límites geográficos, creándose nuevos centros industriales en Burgos, Zaragoza, Valladolid, Valencia o Sevilla, ciudades que ven crecer barrios satélites en sus arrabales (Vilar, 1978:247). En unos años, la producción duplicó, triplicó, quintuplicó, en unos cuantos sectores decuplicó, la de antes de la guerra […] En 1965, se rebasaron por primera vez los 600$ de renta per cápita, la frontera que técnicamente separaba a los países pobres de los países ricos (Comella, 2008:348-349). Ese mismo año, un tecnócrata dijo imprudentemente que, a partir de un PIB de 1.000$ por cabeza, España podía ser democratizada (Vilar, 1978:156). En 1970, se alcanzaron los 1.000$ de renta per cápita y hacia 1975 se rozaron los 2.000$ (Comella, 2008:349). ¿Dónde estaba el tecnócrata en 1970?

En resumen, si hacemos un balance general de la política económica exterior del franquismo (desde 1940 hasta 1975) podemos concluir: 

(a) El franquismo heredó un modelo económico muy cerrado al exterior, ya con claras tendencias autárquicas, que el Nuevo Régimen endureció aún más, tanto por propia iniciativa como por el bloqueo económico internacional al que España se vio sometida tras la Segunda Guerra Mundial; 

(b) La política económica seguida por el régimen franquista no fue homogénea, distinguiéndose dos etapas: la autárquica (de 1940 a 1959) y la apertura externa (de 1960 a 1975); 

(c) El punto de inflexión entre la autarquía y la apertura externa lo representa un conjunto de reformas (Reordenación Económica), cuyo eje central fue el Plan de Estabilización de 1959; y

(d) El franquismo, tras la apertura económica de los sesenta, apostó por intensificar sus relaciones externas con las Comunidades Europeas (Fernández Navarrete, 2005:49).

REORGANIZACIÓN SOCIAL. Este fuerte proceso de industrialización indujo un movimiento de población sin precedentes: cientos de miles de españoles emigran a las grandes ciudades y al extranjero. El primer gran flujo migratorio (alrededor de dos millones de trabajadores) se encaminó al extranjero: Francia [6], Alemania [7] y Suiza [8] (Fernández Asperilla, 1998:63-81). Se ha estimado que, entre 1960 y 1974, las remesas directas ascendieron a 5.440 M$ y las transferencias a 1.783 M$. Estos más de 7.000 M$ sirvieron para financiar el déficit comercial derivado de la euforia importadora característica de los industriales españoles del momento. Por ejemplo, de 1951 a 1954, las importaciones españolas procedentes de Estados Unidos pasaron de 62 a 112 M$, mientras que las exportaciones españolas a dicho país bajaron de 65 a 46 M$ (Vilar, 1978:246). Por su lado, en la década de los sesenta, la emigración interior superó el desplazamiento de más de 4,5 millones de personas, de los que 1,5 millones procedían de municipios de menos de 10.000 habitantes. Este éxodo rural reforzó el peso demográfico del triángulo Madrid-Barcelona-Bilbao, el despoblamiento de las mesetas centrales y el crecimiento de las zonas costeras. Los núcleos urbanos de más de 10.000 habitantes pasaron a concentrar de 17,3 millones de habitantes a 22,5 millones, es decir, la concentración urbana de población se incrementó un 30 por ciento. Esta redistribución de la población tuvo una serie de implicaciones:

Composición de la Población Activa. La abundancia de mano de obra procedente de entornos rurales fue un factor crítico y decisivo para alcanzar las tasas de crecimiento económico durante toda la década. No obstante, este éxodo rural generó un retroceso de la agricultura, tanto en el producto (del 33% al 15%), como en su población activa (del 42% al 26%) (Vilar, 1978:245).

Transformación de las Ciudades que se caracterizó por ser profunda, traumática, caótica y desordenada. Los planes urbanísticos no se cumplían y se pasó de la chabola y el realquiler a la vivienda de promoción oficial.

Nueva Clase Obrera. Se pasó del jornalero al obrero cualificado. Se pusieron en marcha procesos de movilidad social ascendente con oportunidades de cambiar de sector y de posición dentro de cada sector. Su integración empezaba con el acceso a la propiedad de su vivienda, un elemento que transformó la anterior relación del trabajador con la ciudad. Tener un trabajo fijo y disponer de una vivienda de propiedad en una barriada en la sus hijos podían ser escolarizados, permitió la aparición de una clase obrera cualificada de ámbito nacional.

Crecimiento y Composición de las Clases Medias que, al incorporarse profesional y orgánicamente a la empresa capitalista dejó de prejuzgarla como ilegítima. Paralelamente, aparece la primera clase de funcionarios y asalariados del sector público que pudo distinguir entre el servicio al Estado y el servicio al Gobierno.

‒ Este cambio social se acompañó de un rápido Proceso de Secularización caracterizado por: (a) Un incremento del nivel educativo; (b) Una mayor preparación técnica; (c) Un acceso al consumo de bienes duraderos; (d) Una mayor intercambio cultural con el exterior; y (e) Una acreciente aspiración y movilización social por la libertad y la democracia. A mediados de los años cincuenta, ya se produjeron las primeras desafecciones y hostilidades contra el régimen en forma de movimientos estudiantiles en los que, habiendo pasado ya quince años de dictadura, confluían gentes de muy diversas tendencias y entre los que no faltaron los hijos de vencedores y vencidos políticamente vinculados en una nueva oposición.



[1] Muy conocido es el testimonio de Julian Pitt-Rivers, sobre todo porque el libro resultante de su experiencia antropológica en un pequeño pueblo andaluz, Grazalema, alcanzó gran fama dentro y fuera de nuestro país. La investigación de campo se realizó entre 1949 y 1952. La primera publicación de su obra es de 1952. ¿En qué medida un estudio de estas características puede servir como un ingrediente para elaborar la imagen de la España franquista desde el extranjero? Simplemente el hecho de que tuviera lugar una investigación de esta índole es ya suficientemente indicativo del nivel en que se situaba al país, una tierra donde aún existían comunidades peculiares, con sus propias leyes no escritas o con un sistema de valores autóctono, en las que podía realizarse un estudio etnológico (a mediados del siglo XX) como si estuviésemos hablando de una tribu del corazón de África o una aldea de un desierto australiano (Núñez Navarrete, 2005:38-39).

[2] Hasta 1962 no se alcanzan las cifras medias de los años 1931 a 1935. Seguían habiendo tierras sin hombres, hombres sin tierra y tierras donde la gente se amontonaba. La disponibilidad de cereales por cabeza disminuyó un 35% y el valor producido por agricultor bajó un 18%. En 1960, España dedicaba a la agricultura el 13% de sus inversiones, ocupaba al 47% de su población activa y representaba el 33% del PIB. En 1962 arrancó la modernización. Entre 1954-1958 y 1965-1969, la producción de trigo pasa de 40 a 50 millones de quintales y el rendimiento por hectárea de 9,4 a 12,5 quintales. El parque de tractores cambia en quince años de 26.000 a 243.000 unidades (Vilar,1978:144-145).

[3] Estados Unidos contribuyó a esta revitalización de la economía española con 1.500 M$ en concepto de donación o préstamo. En 1953, los Estados Unidos prestó a España 141 M$ como ayuda militar y 85 M$ para fortalecer la base económica del programa de cooperación militar (Vilar, 1978:240).

[4] Véase Gráfico 1 de la sexta pregunta de la presente PREC.

[5] Es una institución de la Iglesia católica que difunde el mensaje de que el trabajo y las circunstancias ordinarias son ocasión de encuentro con Dios, de servicio a los demás y de mejora de la sociedad (Disponible en www.opusdei.es). En su sitio web presenta lo que denominan Testimonios Top Ten. Uno de ellos dice así: «Decidí firmar un cheque en blanco, y dejar que Dios pusiese el importe y la fecha». Francisco Seva, en los dos últimos años de su vida padeció un proceso de Esclerosis Lateral Amiotrófica.

[6] En la Francia de 1968 los emigrantes españoles se empleaban mayoritariamente en sectores tradicionales y de baja cualificación abandonados por la mano de obra francesa e incluso por otros grupos extranjeros más antiguos (como los procedentes de Italia): (a) los hombres se emplearon en la construcción y las obras públicas (34,6%) y en la agricultura (14,5%, sin contar el casi 1,3 millones de temporeros, es decir, cien mil anuales, desplazados a las campañas de recolección de cosechas agrícolas), (b) las mujeres se ocuparon en como empleadas domésticas (47%), nicho del mercado laboral en el que acabaron especializándose, especialmente en París; en el sector servicios de baja cualificación y tradicional como la hostelería y el comercio (10%) y en la agricultura (4,5%). Los sectores más modernos como la industria sólo empleaba a un 22% de la población española emigrada.

[7] En la República Federal de Alemania, en 1970, la concentración sectorial de los emigrantes españoles era más aguda que en Francia, localizándose en sectores más modernos: el 73,5% de los hombres y el 77,5% de las mujeres se ocuparon en la industria, sobretodo siderometalúrgica (siderurgia, construcción de máquinas y herramientas).

[8] En Suiza en 1968 en torno al 20% de los hombres se emplearon en la industria Así mismo, un 25,1% se ocupó en la construcción. En 1964, este porcentaje llegó a ser del 70,1%. Por su parte, el 37,4% de las mujeres estaban empleadas en la hostelería y un 14,5% como servicio doméstico. En el conjunto de la mano de obra de cada año había un peso importante de los temporeros: en 1964 un 29,4% del total de trabajadores españoles y en 1970 un 29%. Estos temporeros sufrían importantes limitaciones de sus derechos civiles y laborales.


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