LARGA DICTADURA DEL GENERAL FRANCO: Estrategias Tecnócrata e Inmovilista en la Crisis de los 70s (4 de 6)

Texto académico de evaluación continua
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
«El Posfranquismo en vida de Franco: Inmovilistas que pretendían asegurar la continuidad ampliando su base social y la participación política vs. Tecnócratas que se habían propuesto controlar la transición hacia la monarquía manteniendo la estructura autoritaria del sistema político». 

El derrumbe de los regímenes dictatoriales se produce por cuatro razones fundamentales: (a) Porque ha cumplido con las necesidades funcionales que lo establecieron; (b) Porque ha perdido la legitimidad que tuvo en su origen; (c) Porque sufre presiones externas que le obligan a revestirse de «apariencias democráticas»; y/o (d) Porque los conflictos existentes dentro del bloque gobernante conducen a una de las facciones a «apelar al apoyo de grupos externos» (Przeworski, 1989:88). A partir de estas coordenadas, durante el período 1967-1975 los factores políticos del cambio político en España son: (a) La pérdida de legitimidad del Régimen del 18 de Julio; (b) La división de la clase política franquista; (c) La sucesión en la Jefatura del Estado y la aproximación entre reformistas y la oposición moderada; y (d) La coyuntura internacional (Rodríguez Jiménez, 2008: 6). No hay ninguna transición «cuyo comienzo no sea consecuencia de divisiones dentro del propio régimen autoritario, las que separan a los duros de los blandos» acerca de cómo afrontar la reproducción del régimen dictatorial (O’Donnell y Cols, 1989:37). La etapa del tardofranquismo nos muestra las rivalidades surgidas entre dos posicionamientos políticos bien diferenciados, cada uno con un proyecto diferenciado para encarar la institucionalización del régimen y la sucesión cuando ésta tenga lugar.

A principios de 1969, «en el inicio del tardofranquismo […] y debido a la proliferación de liderazgos antagonistas y la incapacidad de Franco de mantener su capacidad de arbitraje» (Tusell, 2005:236), era cada vez más evidente la tensión entre dos estrategias políticas enfrentadas: (a) Un sector del Movimiento que pretendía asegurar su continuidad ampliando su base social y la participación política (por medio de una Ley de Asociaciones) [1]; y (b) Los «Tecnócratas» que se habían propuesto controlar la transición hacia la monarquía en vida de Franco manteniendo la estructura autoritaria del sistema político [2]. El enfrentamiento de estas dos posturas, unidas a un «gobierno paralizado» [3], abrieron una crisis política sin precedentes en los anales de la dictadura. Se trata del «posfranquismo en vida de Franco» (Comella, 2008:350). Quedaba patente la degradación del franquismo como régimen político (Tusell, 2005:236). No obstante, no debe olvidarse que la fuente definitiva de poder del Caudillo residía en fomentar las rivalidades entre las «familias» o grupos de poder […] siendo un maestro de la manipulación política: nunca mostró el menor interés en detener los sobornos, sino que se valía de su conocimiento de ellos para aumentar su poder sobre los implicados (Preston, 1999:45). Como proceso, pueden diferenciarse tres fases sucesivas:

1) El Primer Gobierno [Tecnócrata] de Carrero Blanco de 1969: un Gobierno Monocolor. En octubre de 1968, Carrero Blanco presentó a Franco un memorándum en el que detallaba los problemas acumulados durante los últimos años. El reajuste propuesto significaba una de las mayores crisis de gobierno desde 1938. En octubre de 1969, Carrero Blanco era partidario de seguir la pauta de reparto equilibrado del poder entre las diferentes facciones del régimen. Quería un gobierno sin divisiones internas y optó por ofrecer los ministerios a uno sólo de los viveros que proporcionaban personal político a la dictadura. ¿Resultado? Un «Gobierno Monocolor» (sin «azules», ni «católicos»), o, si se prefiere, «Gobierno Homogéneo» (Tusell, 2005:228), con mayoría de ministros procedentes del entorno de López Rodó y como prueba del triunfo de los tecnócratas del Opus Dei. Los tecnócratas, conocidos así por el énfasis puesto en los conceptos de modernización y eficacia, ofrecen una imagen de unidad por la pertenencia de buena parte de sus miembros al Opus Dei. Carrero promovió el acceso al poder del Opus Dei y redujo la presencia de la Falange y Acción Católica. Gracias a Carrero y al asentimiento de Franco, los tecnócratas alcanzan una posición hegemónica en las tareas de conducción del Estado a finales de los sesenta: se sitúan, primero, al frente de los Planes de Desarrollo y carteras económicas y paulatinamente ocupan otras áreas de gobierno (Rodríguez Jiménez, 2008: 4). El binomio «Carrero Blanco-López Rodó» había conseguido una abrumadora influencia política (Tusell, 2005:236). No obstante, esta opción, solucionó la crisis de gobierno, marcó el inicio de una crisis del régimen.

Franco había nombrado a Alejandro Rodríguez Valcárcel como Presidente de las Cortes, puesto que utilizó, como trinchera y junto a otros políticos del Movimiento (facciones del régimen excluidas del reparto de poder), para hostigar sin tregua al Gobierno. Toda una novedad en la historia del régimen. ¿Cómo se hizo? Básicamente de dos formas: (a) Mantuvieron vivo el asunto Matesa [4], «affaire que ofrece una imagen óptima de lo que era una economía dependiente del favor concedido desde las instancias oficiales» (Tusell, 2005:227) y (b) Una maniobra favorecida por el Movimiento y el entorno familiar de Franco acabó con la boda de la nieta mayor de Franco con Alfonso de Borbón, primo de don Juan Carlos, hecho que introducía incertidumbre en el proceso de sucesión elaborado por Carrero Blanco y López Rodó. En las memorias de López Rodó, el capítulo relativo a 1972 se titula «El Año de la Boda», lo que prueba hasta qué punto las incidencias familiares se entrecruzaban con la vida pública (Tusell, 2005:237) [5]La exclusión del gobierno de grupos [reformistas/aperturistas [6] que seguían siendo poderosos (como los «azules» del Movimiento [7] y los «católicos» de la ACNP [8]) acabó suscitando una involución autoritaria y un recrudecimiento de la represión por medio de un persistente deterioro del clima político. Paralelamente, «el gobierno de 1969 tuvo como cerrada enemiga a una extrema derecha clerical [Inmovilistas/Involucionistas [9]] representada por Blas Piñar y por representantes de la vertiente más fascista del régimen como Girón» (Tusell, 2005:237).


2) El Segundo Gobierno de Carrero Blanco de 1973: un Gobierno Bicolor. Franco se decidió a separar la Jefatura del Estado de la del Consejo de Ministros y dejó a Carrero Blanco (en junio de 1973) la oportunidad de remodelar el gobierno con motivo de su nombramiento como Presidente del Gobierno. Esta vez, Carrero desechó la fórmula del gobierno monocolor y recuperó las facciones excluidas. Carrero Blanco creó un gobierno caracterizado por la pluralidad de su composición […] Fue un gobierno para la transición hacia la monarquía, pero también para la continuidad del franquismo, en una peculiar versión en la cual el elemento falangista aparecía diluido (Tusell, 2005:239). A los pocos meses, la «Operación Ogro» de ETA acabó con la vida de Carrero Blanco. El último documento político que salió de sus manos pedía que «el Estado se ocupara de formar hombres y no maricas y repudiaba aquellos melenudos trepidantes con cuya música se divertía la juventud» (Tusell, 2005:239).

3) El Primer Gobierno de Arias Navarro de 1974: un Gobierno Monocolor sin Opus Dei (entre el Búnker y los Tácitos). El nuevo gobierno, presidido por su ministro de la Gobernación, Carlos Arias Navarro, presentó la novedad de no contar con ningún ministro vinculado al Opus Dei. El proyecto continuista del régimen por transición hacia una monarquía autoritaria, encallado en el inmovilismo de Carrero Blanco, perdía con la salida de López Rodó al segundo de sus arquitectos. Era el momento de ensayar otras posibilidades. Todo el mundo hablaba de la necesidad de apertura, de liberalización, de reforma. Por un lado, Arias Navarro prometió la aprobación de un nuevo Estatuto de Asociaciones. Se trataba de crear, bajo el control del gobierno, unos sucedáneos de partidos políticos que sirvieran a las facciones del régimen para mantener su cuota de poder. Dos semanas después, se produjo un enfrentamiento con la Iglesia (con motivo de una homilía del obispo de Bilbao, Antonio Añoveros en la que pedía respeto a la lengua e identidad cultural vasca) que favoreció el paso a la ofensiva de los sectores del régimen conocidos como búnker, conjunto de personajes del Movimiento que mantenían estrechas relaciones con sectores inmovilistas de las fuerzas armadas. Si la cesión de Arias Navarro ante la Iglesia podía interpretarse como debilidad, la ejecución de Salvador Puig Antich quiso ser una muestra de fortaleza que sirvió de prólogo al retorno del búnker a la escena política de la que ya no se apartaría hasta la muerte de Franco. Con la destitución de Díez-Alegría y el cese, entre otros, de Pío Cabanillas, los reformistas replegaron sus posiciones hasta que Franco desapareciera de la escena. La mayor parte del grupo Tácito dio por cerrada una vía hacia la reforma.



[1] Nacidos del partido único, los organismos vinculados al Movimiento sostenían que el desarrollo económico debía ir acompañado de un desarrollo político. Aunque el Movimiento continuaba siendo un elemento importante de control social, sus proyectos ideológicos raramente eran aprobados en las Cortes, dado que no contaba con el apoyo del Gobierno. Por este motivo, el Movimiento creía que la supervivencia de la estructura de la que emanaba su influencia quedaría asegurada mediante la apertura de cauces de representación política que permitieran el reclutamiento y encuadramiento de sus bases de apoyo. Por ello, el grupo dirigido por el Secretario General del Movimiento, José Solís lanzó el programa del desarrollo político que suponía reorganizar el Movimiento de forma que sus estructuras y funcionamiento quedasen reguladas en una ley fundamental y en la que se incorporasen las tendencias políticas de la coalición franquista. Esto implicaba la aceptación del compromiso de hacer política exclusivamente en el marco del Movimiento y que la incorporación al mismo sería canalizada mediante la creación y regulación de asociaciones políticas de «opinión» o de «acción política» que aceptarían los denominados Principios Fundamentales del Movimiento. Defendían, aunque sólo fuera para aparentar ser una alternativa a los tecnócratas, una fórmula regencialista. Pretendían impedir la restauración de la monarquía y que, por el contrario, la continuidad del régimen quedase garantizada en un militar regente. La elección por Franco de Juan Carlos de Borbón para sucederle en la jefatura del Estado y el hecho de que el heredero jurase los Principios Fundamentales del Movimiento, facilitó la aceptación de la monarquía por un número importante de regencialistas.

[2] Entendían que el Estado debía ser, más que movilizador ideológico de la sociedad (pretensión de los falangistas), un organismo garante de la continuidad del ordenamiento político existente y gestor de servicios económicos y administrativos. Su programa consistía en una reforma de la administración para modernizar el Estado, la apertura en política exterior, el desarrollo económico frente al desarrollo político y la instauración monárquica. Se les puede catalogar como franquistas puros, es decir, católicos integristas y autoritarios, pero al mismo tiempo pragmáticos y favorables a una instauración monárquica, (que no restauración) tras la muerte de Franco. Su objetivo fundamental era conseguir una institucionalización de la monarquía, y que la sucesión quedase garantizada mediante el reconocimiento, en vida de Franco, de don Juan Carlos como heredero. Desde su perspectiva, una vez solucionado el problema sucesorio, el proceso de modernización económica legitimaría en su día el nuevo régimen autoritario.

[3] Véase la pregunta número 1 de la PREC del Tema 7.

[4] Fraude a la Hacienda Pública por exportación ficticia fuertemente subvencionada en que estuvieron envueltos varios empresarios y ministros del Opus Dei.

[5] A estas dos circunstancias, se añadieron otras dos: (a) Los conflictos con la Iglesia se agudizaron, y (b) Un mayor activismo de las oposiciones antisistema: la obrera alcanzó en 1970 el mayor volumen de huelgas. En una semana de abril de 1973 se superó el millón de horas perdidas. La actividad del Tribunal de Orden Público se multiplicó, pasando de 375 a más de 900 el número de procesados durante los primeros años sesenta. Esto significaba un recrudecimiento de la represión y una congelación de todos los proyectos de apertura.

[6]Aperturistas/Reformistas (Azules y Tácitos). Conocidos como la «Generación del Tránsito» o la «Generación del Príncipe», estaban convencidos de que el régimen disfrutaba del respaldo de amplias capas sociales y de que el franquismo se había legitimado gracias al desarrollo económico. No obstante, no eran ajenos a los signos del final de los años dorados del franquismo.  La realidad que les circunda se caracteriza tanto por la creciente divergencia entre la sociedad y el régimen, como por el aislamiento del modelo político español en la Europa democrática. Es posible una reforma política limitada (dejando fuera del sistema a la oposición antifranquista no moderada) y necesaria dada la carencia de legitimidad democrática del régimen, vulnerable por este motivo en sus relaciones con el exterior. Por lo tanto, para cuando tuviese lugar la muerte de Franco necesitaban estar organizados para dirigir el sistema que habría de surgir de una fórmula que, sin desnaturalizar el franquismo, supusiera su adaptación a la situación interior y exterior o, si esto no era posible, para protagonizar una reforma del sistema que no escapase a su control. Querían ser parte del poder y dirigir el proceso, excluyendo del mismo a la oposición antifranquista. Lo que sucede es que cuando esta fórmula de apertura parcial o de reforma muy limitada aparezca como inviable, aceptarán la evolución del régimen para su transformación en otro de carácter democrático. Se movieron siempre dentro de los marcos legales establecidos. Entendían que la transformación del régimen debía hacerse desde dentro, a partir de la legalidad vigente, de acuerdo con los mecanismos establecidos en las Leyes Fundamentales.

[7] La primera tendencia aperturista es la AZUL (sus miembros se habían formado políticamente en organizaciones falangistas) y planteaban un programa de apertura muy limitada del régimen (exclusivamente para los que se reconocían como franquistas) que conducía al establecimiento de asociaciones dentro del Movimiento y, más adelante, a un sistema de democracia mixta. Con la demanda de asociaciones políticas, pretendían recuperar la iniciativa perdida frente a los tecnócratas e ir planificando el futuro. Sin embargo, la batalla en torno a una ley de asociaciones políticas se prolongó a lo largo de más de una década (desde comienzos de los sesenta hasta la muerte de Franco). La crisis de octubre de 1969 y el cerrojo gubernamental a una apertura política, convencieron a los reformistas azules de que necesitaban nuevos apoyos para el desarrollo de sus propuestas. Este apoyo lo encontraron en ciertos jóvenes democristianos y liberales monárquicos y en algunos miembros de la derecha tecnocrática. Éstos se fueron inclinando a la colaboración con los reformistas azules después de la campaña anti-Opus desatada por los involucionistas (quienes hacían responsables a los tecnócratas de los avances de la oposición al régimen) y de que Carrero se desligara de los tecnócratas y diera muestras de sentirse más cerca que nunca de lo que empezaba a conocerse como el búnker franquista.

[8] La segunda tendencia reformista la constituye el grupo Tácito, nacido en 1973 a sugerencia de la ACNP. Se trata del núcleo reformista más cohesionado. El asesinato de Carrero y la salida del personal político vinculado al Opus Dei del gobierno abren una nueva situación política que favorece la actuación de los tácito como aperturistas: el nuevo presidente, Arias Navarro, que ha excluido a los tecnócratas, un fiel reflejo de la división de la clase política, anuncia una apertura política. Los tácitos se decantaron por fórmulas reformistas con mayor claridad que los azules. En diciembre de 1973 el grupo establece que «la convivencia nacional debe asentarse sobre bases democráticas y pluralistas» y en 1975 afirmará que «la soberanía reside en el pueblo, y sólo quien lo represente legítimamente debe gobernar». Fraga fue una de las escasas personalidades políticas de la época que consiguió aglutinar un equipo en torno suyo y fue el personaje con mayor peso en las filas reformistas. Expresaba con claridad lo necesaria que era la democracia, aunque su visión era la de una democracia restringida. La creación de un equipo político en torno a la figura de Fraga y la influencia de Laureano López Rodó en otros ámbitos ponen de manifiesto que en la fase final del franquismo lo que encontramos, más que familias, son clientelas de carácter personalista.

[9]Inmovilistas/Involucionistas. Sectores del régimen que durante el tardofranquismo (1966-1975) se movilizan para impedir que (en vida de Franco) se produzca cualquier cambio en las estructuras sociales y políticas de la dictadura. A comienzos de los setenta, el búnker los suplanta con la mentalidad de los valores impuestos por los vencedores en la guerra civil. Desean retroceder a la sociedad española al modelo político y social propio del nacional catolicismo de la década de los cuarenta. Están dispuestos a defender el régimen. No obstante, como en el caso de los reformistas, existen facciones: a algunos les preocupa su supervivencia política, por lo que necesitan que no se produzcan cambios sustanciales. Mientras, otros consideran que la perpetuación del régimen es imprescindible y rechazan cualquier apertura, el cáncer de los partidos, negándose a cualquier concesión respecto a los principios del 18 de Julio. Dedican la mayor parte de sus esfuerzos a atacar a los aperturistas/reformistas tachándoles de traidores. Son conscientes de que limitarse a contemplar desde dentro de las estructuras del régimen la marcha de los acontecimientos significa una muerte política segura. En consecuencia, van a organizarse en una serie de asociaciones (los partidos políticos están prohibidos) desde las cuales harán todo lo posible para impedir cualquier cambio. Entre estas asociaciones destaca Fuerza Nueva (fundada en 1966). En las páginas del diario falangista Arriba del 28 de abril de 1974 encontramos la mejor muestra de la irritación del búnker franquista. Se trata de un manifiesto elaborado por José Antonio Girón en el que denuncia «a quienes infiltrados en la administración o en las esferas del poder sueñan con que suene la vergonzante campanilla para la liquidación en almoneda del régimen». Pero estas maniobras de los inmovilistas tienen el efecto de acelerar la crisis del régimen. Cuando fuercen el cese del aperturista  Pío Cabanillas, ministro de Cultura, se producirá lo nunca visto en la vida del régimen: entre otras dimisiones, en solidaridad con el cesado, tiene lugar la del vicepresidente segundo y ministro de Hacienda. 


CLICA AQUÍ para acceder a UNED store