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LARGA DICTADURA DEL GENERAL FRANCO: La Emigración como Exportación de Mano de Obra (5 de 6)

Texto académico de evaluación continua
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
LA EMIGRACIÓN COMO EXPORTACIÓN DE MANO DE OBRA: EL FENÓMENO MIGRATORIO A EUROPA DURANTE EL FRANQUISMO. Ana Isabel Fernández AsperillaRevista Historia Social, Núm. 30. Páginas 63 a 81.

Motivo Elección Artículo: La relevancia política, social y económica del fenómeno migratorio en la estructura y procesos sociales de la sociedad española durante los cuarenta años de dictadura franquista, especialmente en las décadas de los 50s y 60s.

Resumen: Durante los años cincuenta, la corriente migratoria española hacia América latina fue reemplazada por un nuevo y masivo flujo de español@s hacia Europa. En primer lugar, este artículo examina y presenta de forma resumida las principales características de la emigración española a Europa durante el franquismo, así como algunas particularidades ocurridas en cada país de acogida: 

(a) En Francia los emigrantes españoles se empleaban mayoritariamente en sectores tradicionales y de baja cualificación (construcción y obras públicas, agricultura y servicio doméstico) abandonados por la mano de obra autóctona o por otros grupos extranjeros más antiguos; (b) En Alemania la concentración sectorial era más aguda que en Francia, localizándose en sectores más modernos como la industria; (c) En Suiza y con una importante presencia de temporeros, se produjo una concentración masculina en la industria y la construcción, mientras que las mujeres se ocuparon en la hostelería y el servicio doméstico. En segundo lugar y desde una perspectiva comparada, analiza las ideologías y políticas migratorias (tanto del gobierno franquista como de los países receptores europeos) que dieron lugar a esta realidad social. En tercer y último lugar, se propone la importancia y utilidad del concepto de redes migratorias, por cuanto permite captar fenómenos que pasarían desapercibidos si se considera la salida de emigrantes como un agregado de decisiones individuales. Se hace referencia al papel desempeñado por la Iglesia oficial en el proceso migratorio y al papel del movimiento renovador (como la Juventud Obrera Cristiana), tanto por la constitución en diversos países de Europa de grupos jocistas formados por emigrantes (que llegaron a editar un periódico con una tirada de cinco mil ejemplares), como los esfuerzos destinados a coordinar internacionalmente los grupos de Empleadas del Hogar y defender los derechos laborales de las trabajadoras de este colectivo.

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LARGA DICTADURA DEL GENERAL FRANCO: Estrategias Tecnócrata e Inmovilista en la Crisis de los 70s (4 de 6)

Texto académico de evaluación continua
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
«El Posfranquismo en vida de Franco: Inmovilistas que pretendían asegurar la continuidad ampliando su base social y la participación política vs. Tecnócratas que se habían propuesto controlar la transición hacia la monarquía manteniendo la estructura autoritaria del sistema político». 

El derrumbe de los regímenes dictatoriales se produce por cuatro razones fundamentales: (a) Porque ha cumplido con las necesidades funcionales que lo establecieron; (b) Porque ha perdido la legitimidad que tuvo en su origen; (c) Porque sufre presiones externas que le obligan a revestirse de «apariencias democráticas»; y/o (d) Porque los conflictos existentes dentro del bloque gobernante conducen a una de las facciones a «apelar al apoyo de grupos externos» (Przeworski, 1989:88). A partir de estas coordenadas, durante el período 1967-1975 los factores políticos del cambio político en España son: (a) La pérdida de legitimidad del Régimen del 18 de Julio; (b) La división de la clase política franquista; (c) La sucesión en la Jefatura del Estado y la aproximación entre reformistas y la oposición moderada; y (d) La coyuntura internacional (Rodríguez Jiménez, 2008: 6). No hay ninguna transición «cuyo comienzo no sea consecuencia de divisiones dentro del propio régimen autoritario, las que separan a los duros de los blandos» acerca de cómo afrontar la reproducción del régimen dictatorial (O’Donnell y Cols, 1989:37). La etapa del tardofranquismo nos muestra las rivalidades surgidas entre dos posicionamientos políticos bien diferenciados, cada uno con un proyecto diferenciado para encarar la institucionalización del régimen y la sucesión cuando ésta tenga lugar.

A principios de 1969, «en el inicio del tardofranquismo […] y debido a la proliferación de liderazgos antagonistas y la incapacidad de Franco de mantener su capacidad de arbitraje» (Tusell, 2005:236), era cada vez más evidente la tensión entre dos estrategias políticas enfrentadas: (a) Un sector del Movimiento que pretendía asegurar su continuidad ampliando su base social y la participación política (por medio de una Ley de Asociaciones) [1]; y (b) Los «Tecnócratas» que se habían propuesto controlar la transición hacia la monarquía en vida de Franco manteniendo la estructura autoritaria del sistema político [2]. El enfrentamiento de estas dos posturas, unidas a un «gobierno paralizado» [3], abrieron una crisis política sin precedentes en los anales de la dictadura. Se trata del «posfranquismo en vida de Franco» (Comella, 2008:350). Quedaba patente la degradación del franquismo como régimen político (Tusell, 2005:236). No obstante, no debe olvidarse que la fuente definitiva de poder del Caudillo residía en fomentar las rivalidades entre las «familias» o grupos de poder […] siendo un maestro de la manipulación política: nunca mostró el menor interés en detener los sobornos, sino que se valía de su conocimiento de ellos para aumentar su poder sobre los implicados (Preston, 1999:45). Como proceso, pueden diferenciarse tres fases sucesivas:

1) El Primer Gobierno [Tecnócrata] de Carrero Blanco de 1969: un Gobierno Monocolor. En octubre de 1968, Carrero Blanco presentó a Franco un memorándum en el que detallaba los problemas acumulados durante los últimos años. El reajuste propuesto significaba una de las mayores crisis de gobierno desde 1938. En octubre de 1969, Carrero Blanco era partidario de seguir la pauta de reparto equilibrado del poder entre las diferentes facciones del régimen. Quería un gobierno sin divisiones internas y optó por ofrecer los ministerios a uno sólo de los viveros que proporcionaban personal político a la dictadura. ¿Resultado? Un «Gobierno Monocolor» (sin «azules», ni «católicos»), o, si se prefiere, «Gobierno Homogéneo» (Tusell, 2005:228), con mayoría de ministros procedentes del entorno de López Rodó y como prueba del triunfo de los tecnócratas del Opus Dei. Los tecnócratas, conocidos así por el énfasis puesto en los conceptos de modernización y eficacia, ofrecen una imagen de unidad por la pertenencia de buena parte de sus miembros al Opus Dei. Carrero promovió el acceso al poder del Opus Dei y redujo la presencia de la Falange y Acción Católica. Gracias a Carrero y al asentimiento de Franco, los tecnócratas alcanzan una posición hegemónica en las tareas de conducción del Estado a finales de los sesenta: se sitúan, primero, al frente de los Planes de Desarrollo y carteras económicas y paulatinamente ocupan otras áreas de gobierno (Rodríguez Jiménez, 2008: 4). El binomio «Carrero Blanco-López Rodó» había conseguido una abrumadora influencia política (Tusell, 2005:236). No obstante, esta opción, solucionó la crisis de gobierno, marcó el inicio de una crisis del régimen.

Franco había nombrado a Alejandro Rodríguez Valcárcel como Presidente de las Cortes, puesto que utilizó, como trinchera y junto a otros políticos del Movimiento (facciones del régimen excluidas del reparto de poder), para hostigar sin tregua al Gobierno. Toda una novedad en la historia del régimen. ¿Cómo se hizo? Básicamente de dos formas: (a) Mantuvieron vivo el asunto Matesa [4], «affaire que ofrece una imagen óptima de lo que era una economía dependiente del favor concedido desde las instancias oficiales» (Tusell, 2005:227) y (b) Una maniobra favorecida por el Movimiento y el entorno familiar de Franco acabó con la boda de la nieta mayor de Franco con Alfonso de Borbón, primo de don Juan Carlos, hecho que introducía incertidumbre en el proceso de sucesión elaborado por Carrero Blanco y López Rodó. En las memorias de López Rodó, el capítulo relativo a 1972 se titula «El Año de la Boda», lo que prueba hasta qué punto las incidencias familiares se entrecruzaban con la vida pública (Tusell, 2005:237) [5]La exclusión del gobierno de grupos [reformistas/aperturistas [6] que seguían siendo poderosos (como los «azules» del Movimiento [7] y los «católicos» de la ACNP [8]) acabó suscitando una involución autoritaria y un recrudecimiento de la represión por medio de un persistente deterioro del clima político. Paralelamente, «el gobierno de 1969 tuvo como cerrada enemiga a una extrema derecha clerical [Inmovilistas/Involucionistas [9]] representada por Blas Piñar y por representantes de la vertiente más fascista del régimen como Girón» (Tusell, 2005:237).


2) El Segundo Gobierno de Carrero Blanco de 1973: un Gobierno Bicolor. Franco se decidió a separar la Jefatura del Estado de la del Consejo de Ministros y dejó a Carrero Blanco (en junio de 1973) la oportunidad de remodelar el gobierno con motivo de su nombramiento como Presidente del Gobierno. Esta vez, Carrero desechó la fórmula del gobierno monocolor y recuperó las facciones excluidas. Carrero Blanco creó un gobierno caracterizado por la pluralidad de su composición […] Fue un gobierno para la transición hacia la monarquía, pero también para la continuidad del franquismo, en una peculiar versión en la cual el elemento falangista aparecía diluido (Tusell, 2005:239). A los pocos meses, la «Operación Ogro» de ETA acabó con la vida de Carrero Blanco. El último documento político que salió de sus manos pedía que «el Estado se ocupara de formar hombres y no maricas y repudiaba aquellos melenudos trepidantes con cuya música se divertía la juventud» (Tusell, 2005:239).

3) El Primer Gobierno de Arias Navarro de 1974: un Gobierno Monocolor sin Opus Dei (entre el Búnker y los Tácitos). El nuevo gobierno, presidido por su ministro de la Gobernación, Carlos Arias Navarro, presentó la novedad de no contar con ningún ministro vinculado al Opus Dei. El proyecto continuista del régimen por transición hacia una monarquía autoritaria, encallado en el inmovilismo de Carrero Blanco, perdía con la salida de López Rodó al segundo de sus arquitectos. Era el momento de ensayar otras posibilidades. Todo el mundo hablaba de la necesidad de apertura, de liberalización, de reforma. Por un lado, Arias Navarro prometió la aprobación de un nuevo Estatuto de Asociaciones. Se trataba de crear, bajo el control del gobierno, unos sucedáneos de partidos políticos que sirvieran a las facciones del régimen para mantener su cuota de poder. Dos semanas después, se produjo un enfrentamiento con la Iglesia (con motivo de una homilía del obispo de Bilbao, Antonio Añoveros en la que pedía respeto a la lengua e identidad cultural vasca) que favoreció el paso a la ofensiva de los sectores del régimen conocidos como búnker, conjunto de personajes del Movimiento que mantenían estrechas relaciones con sectores inmovilistas de las fuerzas armadas. Si la cesión de Arias Navarro ante la Iglesia podía interpretarse como debilidad, la ejecución de Salvador Puig Antich quiso ser una muestra de fortaleza que sirvió de prólogo al retorno del búnker a la escena política de la que ya no se apartaría hasta la muerte de Franco. Con la destitución de Díez-Alegría y el cese, entre otros, de Pío Cabanillas, los reformistas replegaron sus posiciones hasta que Franco desapareciera de la escena. La mayor parte del grupo Tácito dio por cerrada una vía hacia la reforma.



[1] Nacidos del partido único, los organismos vinculados al Movimiento sostenían que el desarrollo económico debía ir acompañado de un desarrollo político. Aunque el Movimiento continuaba siendo un elemento importante de control social, sus proyectos ideológicos raramente eran aprobados en las Cortes, dado que no contaba con el apoyo del Gobierno. Por este motivo, el Movimiento creía que la supervivencia de la estructura de la que emanaba su influencia quedaría asegurada mediante la apertura de cauces de representación política que permitieran el reclutamiento y encuadramiento de sus bases de apoyo. Por ello, el grupo dirigido por el Secretario General del Movimiento, José Solís lanzó el programa del desarrollo político que suponía reorganizar el Movimiento de forma que sus estructuras y funcionamiento quedasen reguladas en una ley fundamental y en la que se incorporasen las tendencias políticas de la coalición franquista. Esto implicaba la aceptación del compromiso de hacer política exclusivamente en el marco del Movimiento y que la incorporación al mismo sería canalizada mediante la creación y regulación de asociaciones políticas de «opinión» o de «acción política» que aceptarían los denominados Principios Fundamentales del Movimiento. Defendían, aunque sólo fuera para aparentar ser una alternativa a los tecnócratas, una fórmula regencialista. Pretendían impedir la restauración de la monarquía y que, por el contrario, la continuidad del régimen quedase garantizada en un militar regente. La elección por Franco de Juan Carlos de Borbón para sucederle en la jefatura del Estado y el hecho de que el heredero jurase los Principios Fundamentales del Movimiento, facilitó la aceptación de la monarquía por un número importante de regencialistas.

[2] Entendían que el Estado debía ser, más que movilizador ideológico de la sociedad (pretensión de los falangistas), un organismo garante de la continuidad del ordenamiento político existente y gestor de servicios económicos y administrativos. Su programa consistía en una reforma de la administración para modernizar el Estado, la apertura en política exterior, el desarrollo económico frente al desarrollo político y la instauración monárquica. Se les puede catalogar como franquistas puros, es decir, católicos integristas y autoritarios, pero al mismo tiempo pragmáticos y favorables a una instauración monárquica, (que no restauración) tras la muerte de Franco. Su objetivo fundamental era conseguir una institucionalización de la monarquía, y que la sucesión quedase garantizada mediante el reconocimiento, en vida de Franco, de don Juan Carlos como heredero. Desde su perspectiva, una vez solucionado el problema sucesorio, el proceso de modernización económica legitimaría en su día el nuevo régimen autoritario.

[3] Véase la pregunta número 1 de la PREC del Tema 7.

[4] Fraude a la Hacienda Pública por exportación ficticia fuertemente subvencionada en que estuvieron envueltos varios empresarios y ministros del Opus Dei.

[5] A estas dos circunstancias, se añadieron otras dos: (a) Los conflictos con la Iglesia se agudizaron, y (b) Un mayor activismo de las oposiciones antisistema: la obrera alcanzó en 1970 el mayor volumen de huelgas. En una semana de abril de 1973 se superó el millón de horas perdidas. La actividad del Tribunal de Orden Público se multiplicó, pasando de 375 a más de 900 el número de procesados durante los primeros años sesenta. Esto significaba un recrudecimiento de la represión y una congelación de todos los proyectos de apertura.

[6]Aperturistas/Reformistas (Azules y Tácitos). Conocidos como la «Generación del Tránsito» o la «Generación del Príncipe», estaban convencidos de que el régimen disfrutaba del respaldo de amplias capas sociales y de que el franquismo se había legitimado gracias al desarrollo económico. No obstante, no eran ajenos a los signos del final de los años dorados del franquismo.  La realidad que les circunda se caracteriza tanto por la creciente divergencia entre la sociedad y el régimen, como por el aislamiento del modelo político español en la Europa democrática. Es posible una reforma política limitada (dejando fuera del sistema a la oposición antifranquista no moderada) y necesaria dada la carencia de legitimidad democrática del régimen, vulnerable por este motivo en sus relaciones con el exterior. Por lo tanto, para cuando tuviese lugar la muerte de Franco necesitaban estar organizados para dirigir el sistema que habría de surgir de una fórmula que, sin desnaturalizar el franquismo, supusiera su adaptación a la situación interior y exterior o, si esto no era posible, para protagonizar una reforma del sistema que no escapase a su control. Querían ser parte del poder y dirigir el proceso, excluyendo del mismo a la oposición antifranquista. Lo que sucede es que cuando esta fórmula de apertura parcial o de reforma muy limitada aparezca como inviable, aceptarán la evolución del régimen para su transformación en otro de carácter democrático. Se movieron siempre dentro de los marcos legales establecidos. Entendían que la transformación del régimen debía hacerse desde dentro, a partir de la legalidad vigente, de acuerdo con los mecanismos establecidos en las Leyes Fundamentales.

[7] La primera tendencia aperturista es la AZUL (sus miembros se habían formado políticamente en organizaciones falangistas) y planteaban un programa de apertura muy limitada del régimen (exclusivamente para los que se reconocían como franquistas) que conducía al establecimiento de asociaciones dentro del Movimiento y, más adelante, a un sistema de democracia mixta. Con la demanda de asociaciones políticas, pretendían recuperar la iniciativa perdida frente a los tecnócratas e ir planificando el futuro. Sin embargo, la batalla en torno a una ley de asociaciones políticas se prolongó a lo largo de más de una década (desde comienzos de los sesenta hasta la muerte de Franco). La crisis de octubre de 1969 y el cerrojo gubernamental a una apertura política, convencieron a los reformistas azules de que necesitaban nuevos apoyos para el desarrollo de sus propuestas. Este apoyo lo encontraron en ciertos jóvenes democristianos y liberales monárquicos y en algunos miembros de la derecha tecnocrática. Éstos se fueron inclinando a la colaboración con los reformistas azules después de la campaña anti-Opus desatada por los involucionistas (quienes hacían responsables a los tecnócratas de los avances de la oposición al régimen) y de que Carrero se desligara de los tecnócratas y diera muestras de sentirse más cerca que nunca de lo que empezaba a conocerse como el búnker franquista.

[8] La segunda tendencia reformista la constituye el grupo Tácito, nacido en 1973 a sugerencia de la ACNP. Se trata del núcleo reformista más cohesionado. El asesinato de Carrero y la salida del personal político vinculado al Opus Dei del gobierno abren una nueva situación política que favorece la actuación de los tácito como aperturistas: el nuevo presidente, Arias Navarro, que ha excluido a los tecnócratas, un fiel reflejo de la división de la clase política, anuncia una apertura política. Los tácitos se decantaron por fórmulas reformistas con mayor claridad que los azules. En diciembre de 1973 el grupo establece que «la convivencia nacional debe asentarse sobre bases democráticas y pluralistas» y en 1975 afirmará que «la soberanía reside en el pueblo, y sólo quien lo represente legítimamente debe gobernar». Fraga fue una de las escasas personalidades políticas de la época que consiguió aglutinar un equipo en torno suyo y fue el personaje con mayor peso en las filas reformistas. Expresaba con claridad lo necesaria que era la democracia, aunque su visión era la de una democracia restringida. La creación de un equipo político en torno a la figura de Fraga y la influencia de Laureano López Rodó en otros ámbitos ponen de manifiesto que en la fase final del franquismo lo que encontramos, más que familias, son clientelas de carácter personalista.

[9]Inmovilistas/Involucionistas. Sectores del régimen que durante el tardofranquismo (1966-1975) se movilizan para impedir que (en vida de Franco) se produzca cualquier cambio en las estructuras sociales y políticas de la dictadura. A comienzos de los setenta, el búnker los suplanta con la mentalidad de los valores impuestos por los vencedores en la guerra civil. Desean retroceder a la sociedad española al modelo político y social propio del nacional catolicismo de la década de los cuarenta. Están dispuestos a defender el régimen. No obstante, como en el caso de los reformistas, existen facciones: a algunos les preocupa su supervivencia política, por lo que necesitan que no se produzcan cambios sustanciales. Mientras, otros consideran que la perpetuación del régimen es imprescindible y rechazan cualquier apertura, el cáncer de los partidos, negándose a cualquier concesión respecto a los principios del 18 de Julio. Dedican la mayor parte de sus esfuerzos a atacar a los aperturistas/reformistas tachándoles de traidores. Son conscientes de que limitarse a contemplar desde dentro de las estructuras del régimen la marcha de los acontecimientos significa una muerte política segura. En consecuencia, van a organizarse en una serie de asociaciones (los partidos políticos están prohibidos) desde las cuales harán todo lo posible para impedir cualquier cambio. Entre estas asociaciones destaca Fuerza Nueva (fundada en 1966). En las páginas del diario falangista Arriba del 28 de abril de 1974 encontramos la mejor muestra de la irritación del búnker franquista. Se trata de un manifiesto elaborado por José Antonio Girón en el que denuncia «a quienes infiltrados en la administración o en las esferas del poder sueñan con que suene la vergonzante campanilla para la liquidación en almoneda del régimen». Pero estas maniobras de los inmovilistas tienen el efecto de acelerar la crisis del régimen. Cuando fuercen el cese del aperturista  Pío Cabanillas, ministro de Cultura, se producirá lo nunca visto en la vida del régimen: entre otras dimisiones, en solidaridad con el cesado, tiene lugar la del vicepresidente segundo y ministro de Hacienda. 


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LARGA DICTADURA DEL GENERAL FRANCO: Reorganización Social y Económica del Nuevo Régimen (3 de 6)

Texto académico de evaluación continua
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
Ilustrado en este post con viñetas de El Roto.
«La reorganización económica generada por el crecimiento económico de la industrialización (posibilitada por la liberalización y la apertura al exterior) y la subsiguiente emigración, supuso una reorganización social caracterizada por la aparición de unas clases obrera y media secularizadas». 

Como se acaba de analizar, la organización del Nuevo Estado se fundamentó en cuatro grandes factores, la suma de todos los cuales culminó en la institucionalización del Estado: (a) Represión, (b) Regimentación, (c) Recatolización, y (d) Asilamiento del Exterior. La regimentación y el aislamiento del exterior fueron dos factores que incidieron de forma particular en el ámbito económico, mientras que la represión y la recatolización fueron dos factores con importantes repercusiones sociales. Afortunadamente dejamos de ser objeto de estudio de investigaciones antropológicas por parte de otros países [1], y ambas dimensiones, económica y social, sufrieron importantes procesos de reorganización a lo largo de las décadas de los cincuenta y sesenta.

REORGANIZACIÓN ECONÓMICA. A principios de los cincuenta era evidente la necesidad de un cambio de rumbo tanto en la política económica, como en las relaciones con el exterior. Ante una crisis de gobierno, Franco, de nuevo, distribuyó equilibradamente el poder entre militares, Acción Católica y Falange, adornándolo con algún monárquico. Era un «juego pendular» entre católicos y falangistas (Vilar, 1978:239). Este nuevo gobierno, consolidando las relaciones con Estados Unidos y con el Vaticano para abrir el régimen al exterior, persiguió un rápido crecimiento económico apoyado en la industria (también en la agricultura [2]) sobre un ideario económico que, dejando atrás el ideal autárquico y las políticas intervencionistas, hacía primar la ortodoxia en la administración del sector público y la apertura a intercambios internacionales basándose en las ventajas del mercado libre. Como consecuencia, hubo un incremento sostenido de la renta per cápita [3], que alcanzó y superó la de los años treinta [4]. Pero la demanda interna, acuciando un poder adquisitivo trasnochado, tenía un nivel de consumo descompasado. ¿Para qué producir si lo producido no era consumido por falta de poder adquisitivo de la población? Para estimular el nivel de consumo, se incrementaron los salarios, lo cual disparó la inflación. Las presiones inflacionistas llevaron a la economía española al borde del abismo. Los precios suben en la rampa más fuerte de toda la Historia de España, pero los salarios, protegidos por la legislación social, lo hacen en la misma o mayor proporción. Hacia 1959 era preciso emplear 14 pesetas para comprar lo que en 1935 valía una (Comella, 2008:347). Se produce pues, una situación de bancarrota como consecuencia de los fuertes desequilibrios provocados por la coexistencia de la vieja inercia autárquica con las medidas liberalizadoras.

En 1957 se produce una nueva crisis de gobierno que trae al gobierno una nueva élite de poder (procedente del Opus Dei [5]) a los centros de decisión política y económica con el objetivo de acometer una reforma de la Administración que sirva como base a un desarrollo económico. No obstante, este desarrollo económico también precisaba acometer otras medidas de cambio y saneamiento: (a) Ampliación de la libertad de comercio exterior; (b) Nueva Ley de Convenios Colectivos que reestructuró el marco de la negociación salarial; y (c) Integración en los organismos económicos y financieros internacionales (OCDE y FMI). El objetivo era alinear el capitalismo español, corporativista y protegido, con el mundo exterior. Dos años después, el 21 de julio de 1959, se aprobaría el Decreto-ley de Ordenación Económica que, constituyendo un Plan de Estabilización, fue también un Plan de Liberalización que inauguraba un nuevo periodo de crecimiento económico intenso y sostenido. Este crecimiento económico fue de una intensidad y ritmo sin precedentes: entre 1960 y 1974, la industria multiplicó su producto por 3,74 y disfrutó de una tasa de crecimiento del 11,1% anual. De 1964 a 1969, el PIB creció un 35% y la renta per cápita un 28% (Vilar, 1978:246). El sector secundario acabó participando en un 40,8% del PIB. Es el tiempo en el que la minería y la producción de bienes de consumo pierden peso relativo como sectores líderes en favor de las industrias productoras de bienes intermedios y de bienes de inversión. Hasta 1960, el Instituto Nacional de Industria había invertido 42.000 millones de pesetas (de un total de 55.000 millones de pesetas) en las industrias básicas (Vilar, 1978:245). En paralelo, la actividad industrial rompe sus tradicionales límites geográficos, creándose nuevos centros industriales en Burgos, Zaragoza, Valladolid, Valencia o Sevilla, ciudades que ven crecer barrios satélites en sus arrabales (Vilar, 1978:247). En unos años, la producción duplicó, triplicó, quintuplicó, en unos cuantos sectores decuplicó, la de antes de la guerra […] En 1965, se rebasaron por primera vez los 600$ de renta per cápita, la frontera que técnicamente separaba a los países pobres de los países ricos (Comella, 2008:348-349). Ese mismo año, un tecnócrata dijo imprudentemente que, a partir de un PIB de 1.000$ por cabeza, España podía ser democratizada (Vilar, 1978:156). En 1970, se alcanzaron los 1.000$ de renta per cápita y hacia 1975 se rozaron los 2.000$ (Comella, 2008:349). ¿Dónde estaba el tecnócrata en 1970?

En resumen, si hacemos un balance general de la política económica exterior del franquismo (desde 1940 hasta 1975) podemos concluir: 

(a) El franquismo heredó un modelo económico muy cerrado al exterior, ya con claras tendencias autárquicas, que el Nuevo Régimen endureció aún más, tanto por propia iniciativa como por el bloqueo económico internacional al que España se vio sometida tras la Segunda Guerra Mundial; 

(b) La política económica seguida por el régimen franquista no fue homogénea, distinguiéndose dos etapas: la autárquica (de 1940 a 1959) y la apertura externa (de 1960 a 1975); 

(c) El punto de inflexión entre la autarquía y la apertura externa lo representa un conjunto de reformas (Reordenación Económica), cuyo eje central fue el Plan de Estabilización de 1959; y

(d) El franquismo, tras la apertura económica de los sesenta, apostó por intensificar sus relaciones externas con las Comunidades Europeas (Fernández Navarrete, 2005:49).

REORGANIZACIÓN SOCIAL. Este fuerte proceso de industrialización indujo un movimiento de población sin precedentes: cientos de miles de españoles emigran a las grandes ciudades y al extranjero. El primer gran flujo migratorio (alrededor de dos millones de trabajadores) se encaminó al extranjero: Francia [6], Alemania [7] y Suiza [8] (Fernández Asperilla, 1998:63-81). Se ha estimado que, entre 1960 y 1974, las remesas directas ascendieron a 5.440 M$ y las transferencias a 1.783 M$. Estos más de 7.000 M$ sirvieron para financiar el déficit comercial derivado de la euforia importadora característica de los industriales españoles del momento. Por ejemplo, de 1951 a 1954, las importaciones españolas procedentes de Estados Unidos pasaron de 62 a 112 M$, mientras que las exportaciones españolas a dicho país bajaron de 65 a 46 M$ (Vilar, 1978:246). Por su lado, en la década de los sesenta, la emigración interior superó el desplazamiento de más de 4,5 millones de personas, de los que 1,5 millones procedían de municipios de menos de 10.000 habitantes. Este éxodo rural reforzó el peso demográfico del triángulo Madrid-Barcelona-Bilbao, el despoblamiento de las mesetas centrales y el crecimiento de las zonas costeras. Los núcleos urbanos de más de 10.000 habitantes pasaron a concentrar de 17,3 millones de habitantes a 22,5 millones, es decir, la concentración urbana de población se incrementó un 30 por ciento. Esta redistribución de la población tuvo una serie de implicaciones:

Composición de la Población Activa. La abundancia de mano de obra procedente de entornos rurales fue un factor crítico y decisivo para alcanzar las tasas de crecimiento económico durante toda la década. No obstante, este éxodo rural generó un retroceso de la agricultura, tanto en el producto (del 33% al 15%), como en su población activa (del 42% al 26%) (Vilar, 1978:245).

Transformación de las Ciudades que se caracterizó por ser profunda, traumática, caótica y desordenada. Los planes urbanísticos no se cumplían y se pasó de la chabola y el realquiler a la vivienda de promoción oficial.

Nueva Clase Obrera. Se pasó del jornalero al obrero cualificado. Se pusieron en marcha procesos de movilidad social ascendente con oportunidades de cambiar de sector y de posición dentro de cada sector. Su integración empezaba con el acceso a la propiedad de su vivienda, un elemento que transformó la anterior relación del trabajador con la ciudad. Tener un trabajo fijo y disponer de una vivienda de propiedad en una barriada en la sus hijos podían ser escolarizados, permitió la aparición de una clase obrera cualificada de ámbito nacional.

Crecimiento y Composición de las Clases Medias que, al incorporarse profesional y orgánicamente a la empresa capitalista dejó de prejuzgarla como ilegítima. Paralelamente, aparece la primera clase de funcionarios y asalariados del sector público que pudo distinguir entre el servicio al Estado y el servicio al Gobierno.

‒ Este cambio social se acompañó de un rápido Proceso de Secularización caracterizado por: (a) Un incremento del nivel educativo; (b) Una mayor preparación técnica; (c) Un acceso al consumo de bienes duraderos; (d) Una mayor intercambio cultural con el exterior; y (e) Una acreciente aspiración y movilización social por la libertad y la democracia. A mediados de los años cincuenta, ya se produjeron las primeras desafecciones y hostilidades contra el régimen en forma de movimientos estudiantiles en los que, habiendo pasado ya quince años de dictadura, confluían gentes de muy diversas tendencias y entre los que no faltaron los hijos de vencedores y vencidos políticamente vinculados en una nueva oposición.



[1] Muy conocido es el testimonio de Julian Pitt-Rivers, sobre todo porque el libro resultante de su experiencia antropológica en un pequeño pueblo andaluz, Grazalema, alcanzó gran fama dentro y fuera de nuestro país. La investigación de campo se realizó entre 1949 y 1952. La primera publicación de su obra es de 1952. ¿En qué medida un estudio de estas características puede servir como un ingrediente para elaborar la imagen de la España franquista desde el extranjero? Simplemente el hecho de que tuviera lugar una investigación de esta índole es ya suficientemente indicativo del nivel en que se situaba al país, una tierra donde aún existían comunidades peculiares, con sus propias leyes no escritas o con un sistema de valores autóctono, en las que podía realizarse un estudio etnológico (a mediados del siglo XX) como si estuviésemos hablando de una tribu del corazón de África o una aldea de un desierto australiano (Núñez Navarrete, 2005:38-39).

[2] Hasta 1962 no se alcanzan las cifras medias de los años 1931 a 1935. Seguían habiendo tierras sin hombres, hombres sin tierra y tierras donde la gente se amontonaba. La disponibilidad de cereales por cabeza disminuyó un 35% y el valor producido por agricultor bajó un 18%. En 1960, España dedicaba a la agricultura el 13% de sus inversiones, ocupaba al 47% de su población activa y representaba el 33% del PIB. En 1962 arrancó la modernización. Entre 1954-1958 y 1965-1969, la producción de trigo pasa de 40 a 50 millones de quintales y el rendimiento por hectárea de 9,4 a 12,5 quintales. El parque de tractores cambia en quince años de 26.000 a 243.000 unidades (Vilar,1978:144-145).

[3] Estados Unidos contribuyó a esta revitalización de la economía española con 1.500 M$ en concepto de donación o préstamo. En 1953, los Estados Unidos prestó a España 141 M$ como ayuda militar y 85 M$ para fortalecer la base económica del programa de cooperación militar (Vilar, 1978:240).

[4] Véase Gráfico 1 de la sexta pregunta de la presente PREC.

[5] Es una institución de la Iglesia católica que difunde el mensaje de que el trabajo y las circunstancias ordinarias son ocasión de encuentro con Dios, de servicio a los demás y de mejora de la sociedad (Disponible en www.opusdei.es). En su sitio web presenta lo que denominan Testimonios Top Ten. Uno de ellos dice así: «Decidí firmar un cheque en blanco, y dejar que Dios pusiese el importe y la fecha». Francisco Seva, en los dos últimos años de su vida padeció un proceso de Esclerosis Lateral Amiotrófica.

[6] En la Francia de 1968 los emigrantes españoles se empleaban mayoritariamente en sectores tradicionales y de baja cualificación abandonados por la mano de obra francesa e incluso por otros grupos extranjeros más antiguos (como los procedentes de Italia): (a) los hombres se emplearon en la construcción y las obras públicas (34,6%) y en la agricultura (14,5%, sin contar el casi 1,3 millones de temporeros, es decir, cien mil anuales, desplazados a las campañas de recolección de cosechas agrícolas), (b) las mujeres se ocuparon en como empleadas domésticas (47%), nicho del mercado laboral en el que acabaron especializándose, especialmente en París; en el sector servicios de baja cualificación y tradicional como la hostelería y el comercio (10%) y en la agricultura (4,5%). Los sectores más modernos como la industria sólo empleaba a un 22% de la población española emigrada.

[7] En la República Federal de Alemania, en 1970, la concentración sectorial de los emigrantes españoles era más aguda que en Francia, localizándose en sectores más modernos: el 73,5% de los hombres y el 77,5% de las mujeres se ocuparon en la industria, sobretodo siderometalúrgica (siderurgia, construcción de máquinas y herramientas).

[8] En Suiza en 1968 en torno al 20% de los hombres se emplearon en la industria Así mismo, un 25,1% se ocupó en la construcción. En 1964, este porcentaje llegó a ser del 70,1%. Por su parte, el 37,4% de las mujeres estaban empleadas en la hostelería y un 14,5% como servicio doméstico. En el conjunto de la mano de obra de cada año había un peso importante de los temporeros: en 1964 un 29,4% del total de trabajadores españoles y en 1970 un 29%. Estos temporeros sufrían importantes limitaciones de sus derechos civiles y laborales.


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LARGA DICTADURA DEL GENERAL FRANCO: Represión Franquista y Creación del Nuevo Régimen (2 de 6)

Texto académico de evaluación continua
Historia Política y Social Contemporánea de España
(Grado de Ciencia Política y de la Administración -UNED).
«La represión fue el primer pilar sobre el que se consolidó el Nuevo Estado. Le siguieron una fuerte regimentación y recatolización, que, aislados del exterior, culminó en una institucionalización del Estado franquista».

A pesar que el régimen celebró sus bodas de plata a mediados de la década de los sesenta con el lema «25 años de paz» (Vilar, 1978:241) habiendo sido declarada España como un «peligro para la paz» por la ONU en 1946 (Comella, 2008:346) y de que aún se escribe que la Guerra Civil «puso de manifiesto, como nunca, las virtudes, el coraje y el valor humano de una raza» (Comella, 2008:342), la represión franquista a partir del 1 de abril de 1939 fue uno de los grandes pilares sobre los que se crearía el nuevo régimen y que culminó en la institucionalización del Estado. Pero no fue el único factor. También «en la paz de 1939» (Comella, 2008:343) fueron decisivos los procesos de regimentación, recatolización y de asilamiento del exterior. Veamos por separado cada uno de estos cuatro procesos vertebradores del Nuevo Estado perpetrados por «gobernantes en camisa azul» (Comella, 2008:344) y como, el conjunto de todos ellos, condujo a su institucionalización.

REPRESIÓN. A la luz de lo sucedido antes y después, puede pensarse que Franco respiró por la herida de Paracuellos de Jarama. Por la herida de cada una de las 33 «sacas» trasladadas entre noviembre y diciembre de 1936 y que supusieron la muerte de entre dos mil y cinco mil prisioneros considerados contrarios al bando republicano. Franco usó la violencia y el terror como instrumentos de su propia ambición (Preston, 1999:13) y también como instrumento político […] en Salamanca y Valladolid, las matanzas se convirtieron en un espectáculo público al que asistían personas educadas de clase media (Preston, 1999:15). La finalidad de esta represión, una vez la guerra hubo terminado, ya no consistía en asegurar la victoria militar, sino en purgar hasta erradicar por completo todo lo que los vencedores tenían como causa del desvío de la nación. «Había que enderezar la nación torcida», afirmaba Franco. Para ello el Nuevo Estado se dotó de medidas jurídicas excepcionales [1]. Fue, en conjunto, una «operación perfecta de extirpación de las fuerzas políticas que habían sostenido la República», según palabras del poeta soriano Dionisio Ridruejo, Director General de Propaganda del bando franquista durante la guerra civil. Suyos son estos dos versos de la letra del himno falangista Cara al Sol: «Volverán banderas victoriosas/al paso alegre de la paz». La espiral de represión durante la Guerra Civil y la posguerra promovida por Franco les chocaba a Ciano y a Farinacci, e incluso al propio Himmler […] Franco tenía una idealizada noción de una sociedad armónica en la que no existían la oposición ni la subversión […] estaba decidido a erradicarlas, junto con el socialismo y el liberalismo, lo cual significaba aniquilar el legado de la Ilustración para retornar a las glorias de la España medieval […] Su obsesión por la masonería [2] era inusualmente virulenta y desempeñó en su vida un papel similar al del antisemitismo en la de Hitler (Preston, 1999:38-39). Convencido de la necesidad de sacrificios de sangre […] Franco quiso conquistar lentamente a fin de llevar a cabo la «redención moral» y la «conquista espiritual» de las zonas ocupadas por sus tropas […] si bien, parece ser que años después fue capaz de convencerse de que las atrocidades de su régimen, sencillamente no tuvieron lugar (Preston, 1999:41). Se ha apuntado que esta represión fue, parte, consecuencias de los «terrores» previos durante la propia Guerra Civil: en el campo «rojo» por desordenados y en el campo «blanco» porque se ejecutaban en orden y cumpliendo órdenes (Vilar, 1978:225) Y de un modo no exento de irracionalidad. Miquel Roca i Junyent explica la siguiente anécdota. Su abuelo materno, Miquel Junyent i Rovira, era un carlista catalán importante. El 22 de julio de 1936, un grupo de milicianos de la Federación Anarquista Ibérica se presentó en su casa y exigió que les acompañara. Como era un político importante de derechas, no había dudas de sus intenciones hostiles. Sin embargo, había muerto de un ataque al corazón el día anterior. Cuando la viuda les informó, sospecharon que se trataba de un engaño e insistieron en ver el cadáver. Cuando les llevó hasta el ataúd abierto, enfrentados a la prueba evidente de su fallecimiento, uno de ellos se dirigió a los otros y les dijo: «¡Cojones! Ya os dije que teníamos que haber venido ayer» (Preston, 1999:14-15). 

¿España de Franco o España bajo Franco? Hubo quien sufrió la represión del régimen, quien transigió sin apoyarlo o simplemente quien intentó mantenerse al margen (Núñez Florencio, R., 2005, 26). No obstante, en las filas republicanas el fin de la guerra supuso la muerte, la cárcel o el exilio. Más de 50.000 españoles fueron fusilados por los vencedores entre 1939 y 1943. Decenas de miles de republicanos, socialistas, anarquistas y comunistas salieron hacia cárceles o colonias penitenciarias. El ritmo de trabajo, los castigos y la desnutrición provocaron graves enfermedades y no pocas muertes. Los cálculos demográficos inducen a creer que las pérdidas de la población española debidas a la Guerra Civil serían de unas 560.000 personas, incluyendo en ellas las víctimas de combates y bombardeos (Vilar, 1978:226). No obstante, hay cierto baile de cifras: los dos años y nueve meses de Guerra Civil, costaron 350.000 muertos, un millón y medio de heridos, 350.000 exiliados y 250.000 edificios destruidos (Comella, 2008:342). Cerca de 500.000 españoles cruzaron las fronteras. En este contexto y años después, incluso el asociacionismo étnico fue utilizado como mecanismo de control político por parte del franquismo para vigilar a los emigrantes (Fernández Asperilla, 2011:137). En Francia por ejemplo, hubo centros de españoles creados desde abajo (como iniciativa de los trabajadores emigrados) y otros creados desde arriba (a instancias, por ejemplo de la Iglesia) que acabaron siendo entidades mediatizadas por el franquismo que, ante las dificultades del Sindicato Vertical de extender su control más allá de las fronteras, fueron atizadas para encuadrar a los trabajadores emigrados (Fernández Asperilla, 2011:138). Y en mayo de 1940 aún quedaban alrededor de 260.000 prisioneros. En mayo de 1943, se publica en México un folleto con fotografías comentadas, obra de dos reporteros de una agencia de noticias norteamericana. La primera de las fotos, del interior de una prisión, se acompaña de este pie: «soldados del ejército republicano, prisioneros en la cárcel de Valencia. Cuatro años después de acabada la guerra civil, formados para la celebración de la misa» La segunda foto es del patio de una cárcel: «500.000 prisioneros quedan aún en las cárceles. Franco espera ‘reeducarlos. Y para ello, después de una comida de arroz y agua, hacen gimnasia dibujando en vivo el yugo y las flechas» (Núñez Florencio, R., 2005, 30-31). Por su lado, en 1959 Hemingway vino otra vez a España para cubrir una serie de corridas entre Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín […] Entre corrida y corrida, se deslizan pinceladas sobre el país que conoció […] El arranque de la obra corresponde a un viaje anterior, en 1953, el primero tras la guerra, y, como para tantos antifascistas, consigna que lo prioritario […] era vencer la repugnancia hacia la España de Franco, un país donde aún estaban encarcelados algunos de los combatientes de la guerra civil (Núñez Florencio, R., 2005, 42-43). Pero además, la represión se cebó en las viudas, hijas o hermanas de los condenados, castigadas con el  pelado al rape, la purga, la marcha por las calles del pueblo y el despojo de sus bienes. Pero también hubo consecuencias patrimoniales de la represión. En mayo de 1938 se dieron las cifras siguientes: 2.432.202 hectáreas expropiadas por abandono o responsabilidades políticas, 2.008.000 por utilidad social y 1.252.000 ocupadas provisionalmente y sujetas a revisión (Vilar, 1978:232). A pesar de todo ello, hoy podemos leer: «los máximos responsables del bando republicano encontraron cómodo refugio y toda suerte de ayuda en los países aliados, pudiendo prolongar virtualmente el clima de Guerra Civil y esperando el momento de la revancha» (Comella, 2008:344). No obstante, traumatizados por los horrores del extremismo sectario experimentado durante la guerra civil y la represión de la posguerra, la mayoría de los españoles rechazó la violencia política y la herencia de Franco, su deliberada política de mantener la división entre vencedores y vencidos (Preston, 1999:25).

REGIMENTACIÓN. Además de reprimir, el Nuevo Régimen regimentó todas las actividades económicas y sociales. Era necesario disciplinar la fuerza de trabajo, tarea encomendada a Falange Española que, desde 1938 ocupaba altas posiciones de gobierno. Bajo su mando quedaron encuadrados todos los productores en una organización sindical regida por los principios de verticalidad, unidad, totalidad y jerarquía. La nueva FET y las JONS concebían a los sindicatos como un servicio del Partido y el ya comentado Fuero del Trabajo establecía que todos los factores económicos debían quedar integrados en sindicatos verticales cuyos directivos procedían de la propia FET. Consagrado legalmente [3], el nuevo sindicato agrupaba a obreros, técnicos y empresarios en una misma organización bajo el control de los mandos del Movimiento que, por su simultánea presencia en el aparato del Estado, garantizaban la conexión orgánica del Estado con el Sindicato y lo reducían a instrumento de su política económica. En este contexto, imperó una Ideología Industrialista como una amalgama de la tradicional exigencia de intervención del Estado para proteger a los industriales de las exigencias de las reivindicaciones obreras y de los competidores extranjeros con el principio del Estado como empresario y agente industrializador. El gobierno, además de descabezar a la clase obrera, favoreció la ausencia de competitividad de las empresas y las situaciones de oligopolio y monopolio. Debido a ello, se produjo una proliferación de burocracia e irregularidades administrativas, creando un clima económico que ignoraba los principios de racionalidad de libre empresa y búsqueda de mayor productividad reduciendo costes. No puede extrañarnos pues la profunda depresión de la industria española durante la primera década del franquismo: hasta 1950 no se recuperó el nivel de producción industrial alcanzado en 1930.

RECATOLIZACIÓN. En el ámbito educativo el control de la Iglesia fue total, pudiendo ejercer un poder sin trabas, depurando un pasado identificado con la Institución Libre de Enseñanza. Espurgo de libros, depuración de maestros y abandono de cátedras fueron algunas de las consecuencias. Las autoridades educativas abandonaron la actuación en el sector público y dedicaron todos sus esfuerzos a sostener y expandir el sector privado. En los primeros quince años del Nuevo Estado la actividad constructora de centros de enseñanza media fue nula: 119 institutos había en 1940 y 119 seguían existiendo en 1956. Todo el incremento de alumnado se dirigió a los centros regentados por religiosos, los cuales vivieron su particular edad de oro. «No existe un país más dominado por una religión poderosa que favorece a menudo […] la intolerancia, pero tampoco existe un país en donde se sienta más que en éste, bajo […] la piedra de los dogmas» (Youreenar, 1989:189).

AISLAMIENTO DEL EXTERIOR. Es la cuarta nota que caracteriza la primera década del Nuevo Estado. El franquismo no fue ni singular [4], ni homogéneo [5] en la aplicación de su política económica exterior. Por el contrario, dicha política se vio sometida a cambios profundos a finales de la década de los cincuenta (Fernández Navarrete, 2005:77-78). El Nuevo Estado rompió todos los vínculos de España con el exterior. Influyeron factores de diversa índole: (a) Una política de industrialización autárquica, (b) Exclusión de las Naciones Unidas; (c) La retirada de embajadores; (d) El cierre temporal de la frontera con Francia tras la Segunda Guerra Mundial; y (e) Ideológicos. El Nuevo Estado, en su origen, pretendió erigirse como una fusión de la auténtica tradición española, monárquica y católica, con el nuevo estilo fascista bajo el caudillaje carismático del general Franco. Esta mezcla proporcionó al Nuevo Régimen la ya comentada (y singular) identidad: Ejército, Falange e Iglesia, las tres grandes burocracias que dominaban la vida económica, política, social y moral y que lo alejaban de cualquier otro sistema vigente en Europa. Hacia el final de la Guerra Civil, Franco empezó a expresar su confianza en la autosuficiencia de España. Se jactaba de que sus políticas durante la contienda cambiarían profundamente teorías económicas básicas que hasta entonces el mundo había visto como dogmas (Preston, 1999:50). Barbara Probst Saloman, periodista norteamericana, llegó a Madrid en 1948 con el propósito de facilitar la fuga del Valle de los Caídos de dos jóvenes presos. Madrid estaba aislada de todos, «herméticamente precintada» de los aires extranjeros, era «una ciudad prisión» […] «Sin extranjeros en Madrid, las detenciones se practicaban en silencio, la gente moría calladamente y la gente se sentía asfixiada, igualmente en silencio, por la falta de contacto». La España de Franco, argumenta, no es sólo la España de los franquistas: «Jamás llegué a convencer a nadie de que en Madrid vivía alguien más que los falangistas», que había gentes de izquierda deseando algún contacto con el exterior, alguna forma de apoyo (Núñez Florencio, R, 2005:33-34).

INSTITUCIONALIZACIÓN DEL ESTADO. La Ley de Reorganización de la Administración del Estado de 1939 ratificaba al Jefe de Estado la facultad de dictar resoluciones y disposiciones sin previa deliberación del Consejo de Ministros cuando la urgencia así lo aconsejara. Con una Jefatura del Estado dotada de facultades soberanas, un partido único, un Gobierno y una Administración central del Estado, quedaba aún por dar el último paso: uno en forma de ley constituyente. Tras el fracasado proyecto de Ley de Organización del Estado de Serrano Suñer (que no fue bien acogido ni por la Iglesia, ni por el Ejército ni por el propio Franco), éste promulgó en 1942 la, también ya citada, Ley Constitutiva de Cortes que reafirmaba en la Jefatura del Estado la suprema potestad de dictar normas jurídicas de carácter general, atribuyéndosele a las Cortes una mera función de colaboración. Unas Cortes que, queriéndose garantizar lealtad y aplausos, no dejaban de ser una reproducción del propio Estado, es decir, con sus escaños reservados a los nombramientos por parte del propio Jefe de Estado.



[1] (a) Aplicación masiva del Código de Justicia Militar en consejos de guerra sumarísimos, (b) Comisiones de Depuración que actuaban en todos los organismos oficiales, (c) La Ley de Responsabilidades Políticas, que pudo aplicarse retroactivamente por supuestos delitos cometidos desde la revolución de octubre de 1934, y (d) La Ley de Represión de la Masonería y del Comunismo que alcanzaba a todas los grupos o personas que sembraran ideas disolventes contra la religión, la Patria, las instituciones fundamentales y contra la armonía social.

[2] Por masonería Franco entendía el florecimiento de los valores liberales en España, «la gran invasión del mal» (Preston, 1999:39).

[3] Por la Ley de Unidad Sindical de 26 de enero de 1940 y por la Ley de Bases de la Organización Sindical de 6 de diciembre.

[4] El franquismo no introdujo modificaciones profundas en el modelo económico que heredó sino que, por el contrario, le dio continuidad y reforzó sus mecanismos protectores frente al exterior con medidas claramente autárquicas. La Autarquía puede considerarse como la última fase del modelo de Vía nacionalista que se iniciara en las últimas décadas del siglo XIX y era coherente con la ideología franquista.

[5] La política económica exterior del franquismo, tampoco fue homogénea a lo largo de sus 35 años de existencia. A la Autarquía le sucedió una fase de apertura externa de la economía española que se fue profundizando con el tiempo. La Apertura externa que inició el franquismo con el Plan de Estabilización de 1959, supuso romper con el modelo económico anterior e incorporar España al nuevo orden económico internacional de la segunda postguerra mundial y prepararla para el ingreso en los grandes organismos económicos internacionales y en las Comunidades Europeas.


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